Me gusta leer memorias. Te ofrecen la visión de lo que han experimentado y vivido otras personas, siempre lógicamente según sus propios puntos de vista; son documentos, por lo tanto, llenos de subjetivismo y enfoques personales. Eso es precisamente lo que les dá valor.
He leído hoy determinados pasajes de "Memoria de la melancolía", de María Teresa León. Mujer culta y con un recorrido vital de envergadura. Me llamó la atención aquella parte del libro en la que cuenta el día de 1937 en que fueron recibidos, Rafael Alberti y ella, por Stalin. Su amigo, el hispanista Fedor Kelyin, les había dicho poco antes de que anunciaran la buena nueva: amigos mios, creo que hoy será para vosotros un día grande. Ni tanto. Fueron recibidos durante ¡más de dos horas! por aquel dios en la tierra, el padrecito, el gran benefactor.
Con qué reverencia se refieren, a uno de los mayores dictadores y tiranos que haya conocido la humanidad, hombres y mujeres de gran talla cultural.
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