martes, 18 de marzo de 2008

José Luis Sampedro

Madrid, finales de los 60. Un grupo de cinco alumnos le protestamos por entender que su forma de evaluar -examen tradicional- estaba en franca contradicción con lo escuchado en sus clases: un tutor para pocos alumnos que ayudara y aconsejara, amplia bibliografía donde poder escoger lo que más interesara, redacción de trabajos, comentarios de noticias de la prensa diaria, en fin, todo lo que se hacía en las universidades americanas donde él enseñaba literatura española como profesor invitado desde que separaron a determinados catedráticos de la Universidad Complutense.


Después de escucharnos aténtamente, cabizbajo y reflejando cierto sentido de culpabilidad, nos pidió, por favor, mantener una conversación más prolongada y tranquila en otro momento y lugar. Nos encontramos a los pocos dias en una cafetería de la calle Princesa, donde nos invitó.


Fue una reunión agradable y amena, amable. Después de preguntarnos por nuestra procedencia, de comentar detalles de nuestros respectivos lugares -a tí no te tengo que preguntar, por la forma de hablar seguro que eres andaluz, me dijo- nos sugirió la posibilidad de que realizáramos un nuevo examen; no era su intención comprarnos, nos comentó, sino resarcirnos de lo que reconocía como su culpa.


Efectivamente, nos avinimos a realizar otro examen unos dias después. Consistió en contestar a una de las cinco preguntas que nos puso, la que cada uno escogiera. Luego nos explicaría que las preguntas eran de menor a mayor dificultad. La más compleja, que ninguno de nosotros escogió, fue:


Suponga que es usted catedrático de Estructura Económica ¿qué prueba haría para evaluar los conocimientos de sus alumnos?.

viernes, 14 de marzo de 2008

3,1415926535897932384...

Digno de admiración es el número Pi "tres coma catorce".
Todas sus siguientes cifras también son iniciales "quince noventa y dos" porque nunca termina.
No se deja abarcar "sesenta y cinco treintay cinco" con la mirada, "ochenta y nueve" ni con los cálculos, "setenta y nueve" ni con la imaginación, y ni siquiera "treinta y dos treinta y ocho" con una broma, o sea, comparación; "cuarenta y seis" ni con nada "veintiseis cuarenta y tres" en el mundo.
La serpiente más larga de la tierra después de muchos metros se acaba.
Lo mismo hacen aunque un poco después las serpientes de las fábulas.
La comparsa de cifras que forma el número pi no se detiene en el borde de la hoja, es capaz de continuar por la mesa, el aire, la pared, la hoja de un árbol, un nido, las nubes y así hasta el cielo,
a través de toda esta hinchazón e inconmensurabilidad celestiales.
Oh, qué corto, francamente rabicorto es el cometa.
¡En cualquier espacio se curva el débil rayo de una estrella!
Y aquí dos treinta y uno cincuenta y tres diecinueve
mi número de teléfono el número de tus zapatos
el año mil novecientos setenta y tres piso sexto
el número de habitantes sesenta y cinco céntimos
dos pulgadas de cintura una charada y un mensaje cifrado,
que dice vuela mi ruiseñor y canta
y también se ruega guardar silencio,
y también pasarán la tierra y el cielo,
pero el número Pi, de eso ni hablar,
seguirá sin cesar con un cinco en bastante buen estado,
y un ocho, pero nunca uno cualquiera,
y un siete que nunca será el último,
y metiéndole prisa, eso sí, metiéndole prisa a la perezosa eternidad
para que continúe.

De la Premio Nobel de Literatura Wislawa Szymborska.

En 1995 un ordenador de la Universidad de Tokio le calculó 4.294.960.000 decimales al número Pi. Seguramente algún otro ordenador seguirá hoy añadiéndole valores.

Leído en un artículo de Antonio Pérez en la Revista Perito nº 20 de febrero, Alicante.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Morales. Un onubense ilustrado pionero de la teoria de la elección social

En el discurso de Salvador Barberá -magnífico economista especializado en teoria de la elección social- con motivo de su nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), me llamó poderosamente la atención la referencia que hizo a la obra del onubense José Isidoro Morales titulada Memoria Matemática sobre el Cálculo de la Opinión en las Elecciones (1797) y Apéndice (1805). Tuvo noticia de este autor en 1998, cuando el profesor Francisco Ramón Fernandez le comentó que había encontrado un ejemplar de su memoria en el Observatorio de la Marina de San Fernando; más tarde, José Luis García Lapresta le dijo en un congreso que además de ya conocer la obra citada disponía también del apéndice escrito ocho años más tarde; había conocido al autor onubense gracias a las publicaciones de McLean, de la Universidad de Oxford y Urken (consiguieron su copia de Morales -1797- en la New York Public Library). La edición facsimil de la obra citada está editada por la Universidad de Valladolid y se debe a la labor de investigación acerca de Morales de los profesores García Lapresa y Martinez Panero. La Universidad de Huelva cuenta, por su parte, con una cuidada edición facsímil de 2001.
Morales nació en Huelva el 4 de abril de 1758. Sin perder el contacto con su ciudad natal, desarrolló la mayor parte de su actividad en Sevilla, la "Atenas española" en la época ilustrada, donde llegó a ser deán de la Catedral. Compartió actividades culturales con Olavide, Forner, Jovellanos, Lista, Reinoso, Arjona, Blanco White. Perteneció a la Academia de Buenas Letras y a la Sociedad Económica de Sevilla. Poseía el grado de Bachiller en Filosofía y la Licenciatura en Artes. Fue profesor de matemáticas y Teniente de Ayo de los Pajes del rey Carlos IV. Liberal en política, vocal de la Junta de Instrucción Pública cuando Jovellanos fue ministro de Gracia y Justicia. Decidido defensor de la reforma de la enseñanza y de la libertad de imprenta.

A partir de la guerra de la independencia fue calificado como afrancesado y terminó sus dias, sufriendo la mayor postergación, en París. Dice la lápida que cubre su sepulcro: "Aquí yace José Isidoro Morales, español, canónigo de la Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla, de sobresaliente ingenio; quien empleó su vida en tareas útiles y continuas, cultivando con suceso las ciencias sublimes y las bellas letras, y enseñando con la mayor perfección las matemáticas. Verdaderamente sabio; tan austero para consigo como indulgente para con los demás; observó con esmero los preceptos de la religión y de la virtud, sin que la pobreza, el destierro ni la muerte alterasen su apacibilidad. Tierno amigo. Murió en París el 29 de octubre de 1818 a los sesenta años de edad. Sus amigos le erigieron este monumento. Descanse en paz" (versión castellana del original en latín).

Los trabajos seminales de la teoría de la elección social se produjeron en el ambiente posterior a la Revolución Francesa. Condorcet, matemático, filósofo, pedagogo, político y economista, autor prohibido por la Inquisición en España, fue pionero en el método de la mayoría como forma de votación. Borda, físico, ingeniero y oficial de marina, fue antagonista del anterior; señaló, como aquel, las inconsistencias de los principales métodos de votación al uso y propugnó por su parte un método que desde entonces se conoce como regla de Borda.

Morales fue un acérrimo defensor de la regla de Borda como método de votación. Cuando se vota por mayoría en elecciones con más de dos candidatos, razonaba, los votos absolutos conducen a "vicios y errores"; la razón de ello es que al emitir los agentes sus votos de la forma en que lo hacen, resulta truncada la información relativa a los candidatos y queda sesgado así el resultado final; los electores sólo manifiestan el candidato al que otorgan su voto, mientras que el resto de candidatos es relegado en bloque.

Defiende nuestro paisano la regla de Borda porque con este método cada elector vota a todos y cada uno de los candidatos, asignándole a cada uno de ellos uno y sólo un peso. Habrá tantos pesos diferentes como candidatos. De esta manera, será elegido el candidato que mayor cantidad de pesos obtenga.

sábado, 8 de marzo de 2008

Los moriscos del Reino de Granada

Se publicó por primera vez en 1957 y se agotó. La edición que leí fue la de bolsillo de 1991, de Editorial Istmo, durante mi estancia en Granada. Desde el primer párrafo me interesó este libro de Julio Caro Baroja; leí con gran atención y detenimiento todo su contenido. Y quedé enormemente impresionado.
Prohibición, por decreto, de emplear su lengua para comunicarse a toda la población del reino. Prohibición, por decreto, de su religión, de sus manifestaciones culturales, de sus costumbres. Traslados forzosos masivos, al final, de miles de personas a otras tierras. Y los que quedaron, practicando ritos ocultos, mintiendo, disimulando de por vida su condición, cambiando de nombres y apellidos.
Comprendí entonces que no éramos tan ajenos como creía a lo que estaba ocurriendo en Yugoeslavia.

miércoles, 5 de marzo de 2008

La Banalidad del mal

Me llamó la atención, hasta estremecerme cuando lo leí, el fenómeno que tan certeramente analizó Hannah Arendt en varias de sus obras y calificó como banalidad del mal. Cómo fue posible que la sociedad más avanzada del mundo en los años treinta del siglo pasado, Alemania, pudiera entregarse en manos de una panda de locos, que a punto estuvieron de destrozar el mundo. Cómo todo un complejo entramado político y social, con sus técnicos, profesionales, artistas, funcionarios, diplomáticos... se dejara dirigir y manipular como si de borreguitos se tratara, sin mirar hacia donde conducía todo aquello, sin preguntar, ignorando las aberraciones que se cometieron en todos los órdenes sociales. Con qué trivialidad, con qué banalidad se hacía y ejercía y se permitía el mal, se dejaba hacer mirando de soslayo las desapariciones de millones de personas, las expropiaciones ilegales, las detenciones masivas, las invasiones de otras tierras, la huida de los mejores.
Leo en estos dias un libro de memorias que me está haciendo reflexionar de nuevo en todo esto. Dice Günter Grass en Pelando la cebolla. "(...)como hubo tantos que guardaron silencio" refiriéndose a sus paisanos. Fue todo tan banal, tan sin importancia aparente, tan trivial para los que vivían en el seno una sociedad que para el resto de la humanidad era un gran monstruo. Un gran escritor como el citado, a sus diecisiete años perteneció a las terribles SS y provenía de las juventudes hitlerianas. Y entonces, en aquella época, lo consideraba absolutamente normal y corriente. No era un malvado, ni un monstruo, ni un anormal. Era un joven alemán normal y corriente, como muchos miles de jóvenes alemanes.
¡Qué miedo!

Datos personales

Mi foto
Nací en Valverde del Camino (Huelva) en diciembre de 1948. A los 17 años me fuí a estudiar a Madrid, donde viví hasta los 30. Me trasladé a Huelva y luego, con un intermedio de algún tiempo en Granada, a Sevilla, donde vivo ahora. ¿Desconcertado? Por la desorientación y perplejidad que me producen situaciones que he conocido o vivido, por comprobar que casi siempre la realidad supera a la ficción."En los blogs se busca el relato en primera persona, que es en torno a lo que pivota el sistema informativo de Internet".Me gustó esta frase y la suscribo.