En algún momento pararon las obras de un cuartel que quisieron construir en lo más alto del pueblo y quedaron las tapias como magnífico lugar de juegos para los niños.
La distribución en planta del edificio a medio hacer, dibujada sobre el terreno con tabiques de dos metros de altura de los de entonces, es decir, de más de medio metro de anchura y hechos a conciencia, era nuestro circuito de carreras.
La distribución en planta del edificio a medio hacer, dibujada sobre el terreno con tabiques de dos metros de altura de los de entonces, es decir, de más de medio metro de anchura y hechos a conciencia, era nuestro circuito de carreras.
Se trataba de correr en lo alto por todo el perímetro de tapias, saltando los huecos de puertas y ventanas como si compitiéramos en una carrera de obstáculos. El salto de la puerta grande era el más arriesgado y al que sólo unos pocos se atrevían. El patio interior era uno de nuestros campos de fútbol preferidos.
Años después se reanudaron las obras, se construyó el cuartel y aquel paraje dejó de ser sitio de juegos para niños.