Magnífico el librito de Stefan Zweig sobre Montaigne. Todo un canto a la libertad de cada persona, sin la que deja de existir toda clase de libertad, por muy en grande que se escriban sus letras. Al final, la vida es la que cada uno, de forma concreta y específica, vive. No es cambiable por otra, ni puede borrarse, ni rehacerse.
No se puede ser demasiado joven, ni tampoco carecer de experiencia y desengaños, para poder apreciarlo como es debido, dice Zweig refiriéndose a los escritores que sólo despliegan todo su significado en un momento determinado. Ese es el caso de Montaigne. Sólo el hombre experimentado y puesto a prueba por la vida puede apreciar su grandeza y sabiduría.
Habia escuchado desde pequeño el dicho que afirma que sólo se aprecia una cosa cuando a uno le falta. Eso ocurre con la salud, el amor, la solidaridad y...la libertad. Sólo la apreciamos cuando nos falta, cuando deberíamos defenderla siempre, especialmente cuando podemos disfrutar de ella, sin que tengamos que llegar a lamentar su falta.
Montaigne y Zweig tuvieron que vivir tiempos horribles, en los que se cometieron toda clase de crímenes y disparates. Y apreciaron en lo que vale la libertad.